Idioma : español

Mi tío Calvo es una novela infantil/juvenil de ciencia ficción. La empecé a escribir a finales de los ochenta, y la última versión es del 2020.

Mi tío Calvo está bastante chalado. Y desde que la Compañía S.A. le prestó Gómez, un ordenador biológico, todavía se puso peor. Y eso no es nada comparado con lo que pasó cuando mi amiga Susana, que es un poco bestia, se perdió por los mundos interdimensionales acompañada de unos personajes de lo más extraños. Yo, que nunca me atrevo a nada, tuve que ir a buscarla. ¡Un poco más y no vuelvo!

Pedro, doce años y aburrido de la vida, se embarca en una extraordinaria aventura de la mano de su original y desastroso tío Calvo para rescatar a su amiga Susana del mundo virtual en el que se ha perdido. Entre las dos tribus minúsculas de los Rima, comedores de libros, y los Ángeles del infierno, minimotoristas descarados, intentarán oponerse al misterioso programa de educación cibernética del oscuro Nathán Expósito y la Compañía S.A, pasando por múltiples universos con personajes míticos y estrafalarios.

Fragmento

La primera vez que vi a mi tío Calvo con esas enormes gafas oscuras, contorsionándose delante del ordenador, pensé que se había vuelto loco. Me había invitado a pasar un fin de semana con él en su ciudad. Yo acababa de llegar del pueblo donde vivía, acarreando mi mochila negra y mi, al parecer, característica y silenciosa manera de moverme. Tan silenciosa que ni se había percatado de que estaba allí. Cual Stevie Wonder en éxtasis interpretativo estaba él, con casco y gafas, absorto en la realidad virtual.

Yo de esa realidad no entendía. La única que conocía era la que vivía cotidiana y desasosegadamente en Preda, donde se habían desterrado mis padres (y yo con ellos, por desgracia) hacia dos años en busca de un “ecosistema más apropiado para habitar”. Un lugar tranquilo, sin duda, pero demasiado lejos de la gran urbe que yo tanto amaba, y donde solo podía ir cuando mi tío me acogía. Me quedaban muchos conocidos del barrio donde había vivido, pero mi único verdadero amigo también se había mudado mucho más lejos que yo, a Canadá. Afortunadamente, a casa de tío Jorge, el tío Calvo (como le llamábamos en casa, por razones evidentes), siempre había alguien dispuesto a llevarme para así tener un fin de semana calmado y sin niño.

La realidad real me pesaba mucho la mayoría de las veces. Mi silencio y timidez eran sobre todo una desconfianza básica en la gente y en las cosas. Esa es la madurez que mis padres creían que tenía. Ahora que pienso, mis primeros diez años en la ciudad tampoco es que hubieran sido esplendorosos (básicamente; ir al cole, leer, aburrirme en casa, visitar a Calvo, volver al cole, ir al cine, aburrirme, etc y viceversa), pero me lo parecían desde la perspectiva del tedio campestre en el que me habían obligado a vivir (mi rutina era prácticamente la misma, pero con más espacio y menos gente. Y sin cine).

¿Por qué quería yo tanto a mi tío? Supongo que porque era lo exacto contrario de mí. Era un cabeza loca, un tipo casi peligroso por su ingenuidad y exaltación delante de cualquier acontecimiento. Tan inocente, y tan cabeza de chorlito. Y yo con él me sentía acompañado, distraído, escuchado y siempre entretenido.

 

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