Idiomas : Bilingüe español-francés
Una mujer separada de mediana edad, después de varias decepciones sentimentales, se deja llevar por el universo de los sitios de encuentros de la mano de Ordi, su ordenador, un aparato mordaz e impertinente, su confidente, protector y reflejo de sí misma. Él la incita a olvidar el pasado y tirarse al agua del ligue virtual. En el diálogo entre los dos, se narran las aventuras y desventuras de la protagonista, ingenua y romántica, en busca del amor.
El texto, directo, irónico y salpicado de referencias literarias y filosóficas, aborda temas actuales como la soledad, el desamor en la era de las redes sociales y la búsqueda de identidad en un entorno donde lo real y lo virtual se confunden.
Entre mensajes, encuentros fallidos y la vigilancia inquietante de la tecnología, la novela aborda temas universales como la búsqueda de conexión auténtica, el autoengaño, la vulnerabilidad afectiva y el difícil equilibrio entre realidad y virtualidad, para reflexionar sobre nuestra identidad en la era digital y la naturaleza cambiante del amor.
Fragmento
“
—Ordi, Ordi dime quien es la más bella…
Para llegar a decir esto, hay que estar mal. Así estaba yo, desde mi punto de vista. Desde afuera, cualquiera hubiera visto a una mujer de mediana edad, ni vieja ni joven, ni guapa ni fea, castaña tirando a pelirroja y pelicorta, en un apartamentito pequeñito, hablando con su ordenador. Como para echar a correr.
—Tú desde luego que no, cariño —dijo él, con voz de doblador publicitario.
Me incorporé de golpe, desesperada y aturdida. Todos están contra mí —cavilé—, hasta el ordenador. Después de dos horas de lágrimas calientes y frías y de tallas diversas, me sentía de lo más pesimista. Pero el bicho siguió, desalmado.
—Hija mía, vuelve otro día a mirarte en mí… ahora, esta noche, lo tienes crudo… No me gusta mentir. Pero no te preocupes, chica, tú vales mucho, eres tan interesante con tu exótico pelo cobrizo y… —Sí, su voz seguía, cada vez peor.
Lo fusilé con la mirada. Eché una ojeada a la ventana abierta por el calor estival y me planteé echarlo ahí mismo, en caliente, a puro músculo. Demasiado pesado, demasiado caro, una lástima.
Me levanté de la silla. Ordi tenía razón. Quizá otro día. Y rompí a llorar otra vez, desesperada. Di un par de vueltas por el austero salón en penumbra, dudando entre si sentarme en el sofá para seguir gimiendo a lo grande o sosegarme mirando la tele polvorienta por falta de uso.
—Pero estoy sola en el mundo, querido Ordi —clamé, dejando caer los brazos como si quisiera librarme de ellos, antes de desplomarme en el diván.
—No me vuelvas a llamar así. No soy tu querido. Además, no estás sola en el mundo. Tienes un hijo estupendo, un montón de amigos, un exmarido que no merece ser mencionado y encima ¡todo el mundo te quiere!
—¡Ves cómo SI que ESTOY sola en el mundo! —aullé con boca y ojos desencajados. Me di tanta pena que emití un profundísimo y vehemente suspiro, la mirada ya vertida en el puro suelo de baldosas gastadas, vagamente modernistas.
Es verdad, tienes razón —admitió Ordi, por una vez— Veamos lo que se puede hacer.
Me observé en la pantalla apagada: encorvada como una abuelita centenaria, con los ojos hinchados de una rana macho guatemalteca y…
No responses yet